Maestros

Maestros

jueves, 1 de septiembre de 2011

No es un día de sonrisas

Durante estos últimas dos semanas venía espaciando un poco las entradas porque me ví en la obligación de dedicarme de lleno a otras actividades. Pero ya tenía pensado retomar en este primer día de septiembre. Sin embargo, por hechos más que conocidos a estas horas, sentí que debía pasar de largo. Que a veces no se puede vivir apartado de ciertas realidades y escribir sobre algún tema humorístico como si nada ocurriera. Por eso me pareció inevitable -desde mi humildísimo lugar- no subir hoy la nota que tenía prevista y pasarla a mañana o -tal vez- pasado. Es lo que me sale, lo que siento. Sé muy bien que hay profesionales del humor que deben continuar con su diaria tarea, que hay autores de blogs que posiblemente tampoco publiquen y otros que con todo derecho y seguramente creyendo que es necesario (¡vaya si el humor cura heridas y nos hace mejores!) sí lo harán (sin que ello signifique ni mínimamente que una profunda tristeza los deje de invadir).
Me pregunté también si este texto es oportunista y estoy absolutamente seguro de que no lo es. Pero sí estoy seguro que es oportuno, de acuerdo a lo que siento. Y que por lo tanto es imprescindible que pase a un segundo plano el hecho de que en este blog se espera de mí cualquier reflexión menos una como ésta. O que quienes son seguidores no vienen hasta aquí para recordar la realidad feroz, sino para tratar de olvidarla por un momento. Yo creo que me van a entender.
Muchas veces se ha discutido, analizado, preguntado, si se puede hacer humor con cualquier tema. A algunos les ha parecido que sí, a otros que no. Evidentemente, es fácil comprobar que hay temas (varios de ellos de nuestro propio país) con los que no se ha hecho humor. A lo sumo, a veces ha ocurrido que un humorista gráfico ha realizado un dibujo con formalidades humorísticas pero cuando leemos los textos del mismo no nos induce a la risa sino a la reflexión seria, a la mueca amarga, a la crítica sobre un hecho deplorabe. Ese dibujante, con sus medios, transmite algo que la sociedad necesita. Nos dice que algo tiene que cambiar. Como en este caso, donde algo debe cambiar. Con firmeza inclaudicable, pero con respeto y de acuerdo a la ley. Con seguridad pero sin combatir el delito con métodos delictivos.
El hecho ocurrido es de una crueldad infinita. Se trata de una niña, de unos ojos brillantes, de ilusiones y futuros amplísimos, de un alma transparente, transformados en botín y víctima de las monstruosidades y aspectos más sombríos de algunos individuos (mal llamados seres humanos) y por lo tanto destruídos para siempre. Reitero y pensemos en esto: para siempre.
Lamentablemente en la Argentina para que algo se modifique de raíz muchas veces tiene que haber un momento de quiebre. Ya ha pasado. Este también lo es. Es responsabilidad del actual gobierno, sí. Pero no nos engañemos, en cualquier mandato anterior -en mayor o menor medida- ya existía este problema tan terrible y nada hace pensar -hasta ahora- que en cualquier gobierno futuro no continúe. Esto es lo que debe modificarse sin dudar ni un instante.
Candela era un sol. Era una niña y como tal frágil, aún más en una sociedad como la nuestra. Y aunque cualquiera de nosotros tenga todos los motivos para ser feliz, no puede serlo verdaderamente si afuera ocurren calamidades como éstas. No somos seres individuales nacidos para el egocentrismo. Formamos parte de un todo. Nos necesitamos mutuamente. No recuerdo quién dijo que "si los malos se dieran cuenta del buen negocio que es ser bueno, por lo menos serían buenos por negocio". Es lo mínimo que se puede pedir.
Vuelvo a pensar en los ojos de esta niña.
No, definitivamente no es un día de sonrisas.