Maestros

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jueves, 26 de enero de 2012

Un enero complejo

Para este viernes 27 tenía (tengo) preparado un breve post como para dar inicio a la etapa 2012 del blog.
Pero mis últimos días de vacaciones - muy sencillas pero necesarias - coincidieron con la multitud de artículos y sus respectivos comentarios acerca de la última tira de Bife Angosto (por Gustavo Sala) publicada en el suplemento NO del diario Página/12.
A esta altura, ya está casi de más explicar de qué trata la tira. Tal vez ahora la cuestión resida en ir de a poco analizando qué se ha dicho sobre ella y cómo.
Desde el vamos hay que pensar que es prácticamente imposible pretender llegar a un acuerdo absoluto. Estamos hablando de una problemática que da lugar a múltiples reflexiones ya que la situación irremediablemente nos atraviesa (al menos para quienes nos interesa el tema), pasa por nuestra interioridad para que surjan luego las palabras. Por eso es difícil no expresar sino lo que se siente desde el alma, coincidamos o no con cada caso. Por eso mi propia palabra en este post tendrá aciertos y errores que, claro, no serán los mismos para todos.
Ha sido (y es) este tema cabal ejemplo de algo que vengo observando desde que se permite en los medios periodísticos (o de cualquier otra índole o temática en internet) dejar un comentario: la intensa agresividad e intolerancia ante la opinión con la que no concordamos, hecho que daría lugar a una investigación y análisis de la sociedad argentina (o de parte de ella) desde lo psicológico y lo sociológico, y que arrojaría (no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta) unas conclusiones bastante negativas.

Pero volviendo al caso puntual (asumiendo que – por una parte - es un comentario tardío y por lo tanto inferior en valor a quienes dieron su opinión inmediatamente, y que - por otra - necesité tomarme un tiempo para reflexionar, tal vez por mi propios límites) lo primero que quiero decir es que este blog no va a proponer divisiones (mucho menos alentar odios o peleas), que trata de entender el sentir de cada parte, y que promueve el acercamiento, el diálogo, convencido de que este es un hecho para tomar como un aprendizaje y por lo tanto merecedor de hacer el esfuerzo de escuchar al otro, para ejercer ese tesoro en el que los argentinos desde hace casi treinta años nos encontramos y que a veces no terminamos de valorar y aprovechar: nuestra condición de ciudadanos en un estado democrático. Y que para ser dignos de él, tenemos que poner en práctica las actitudes mencionadas, dicho esto sin pontificar, apenas desde el lugar de una persona más entre tantas.

Vengo leyendo las historietas de Gustavo desde hace bastante tiempo y no me ha parecido que alguna de las mismas tuviese como objetivo alentar la actitud descriminatoria o el odio al supuesto diferente. Sala tiene un humor particular, que gustará o no, se le dará valor o no (para gustos no hay nada escrito y va como prueba un viejo e inhallable libro donde se descalificaba a Mafalda y a sus amigos, aunque suene increíble) pero que tiene el mérito de hacer su humor, un humor reconocible, un estilo propio, algo más que difícil de conseguir para cualquier dibujante o artista cualquiera sea el medio mediante el cual se exprese. Y creo que no ha tenido ninguna intención de ofender, aunque muchos hayan entendido lo contrario. Aquí, entonces, está el primer punto decisivo: la intencionalidad con la que se hacen las cosas. Permítanme un ejemplo burdo: si sé que mi amigo tiene la uña del dedo gordo del pie derecho encarnada y en un momento en que estoy con la mente en otra cosa lo piso, bien puede enojarse y mucho conmigo y decirme que tendría que haberme fijado por dónde caminaba, pero jamás podría decir que lo hice a propósito. Bueno, Gustavo aplicó su humor, no se dió cuenta por dónde caminaba (no en cuanto al tema, sino a lo que podía provocar en otros), pero no hubo en él la intencionalidad de herir.
Sí se puede decir que pudo haber hecho una excepción al hecho de plantear humor con cualquier tema teniendo en cuenta que otros podrían sentirse mal. Un nuevo ejemplo burdo: puedo hacerle un chiste (tonto e insípido para mí) a un amigo, pero si él me dice que esa temática le duele, debería evitar ese chiste, aunque no esté de acuerdo con su manera de sentir. Tal vez ese detalle le faltó ver a Gustavo…
Pero… ¿quién soy yo (quienes somos) para condenar cuando todos cometemos errores todos los días todo el tiempo?
Y a partir de tal pregunta entra el tema de la tolerancia: la comunidad judía - comprensiblemente - se sintió dolida. Se enojó, criticó con dureza. Perfecto, ¿pero eso da lugar a considerar a Sala un eterno condenado?
Me parece que pensarlo como enemigo es un gran error. Tanto como considerarlos así (por una actitud discriminatoria) a todo hombre y mujer judia que camina por estas calles.
Las divisiones entre los seres humanos no están dadas por pares como negro-blanco, creyente-ateo, oficialista-opositor, incluso (si se me permite lo pueril en este contexto) Boca-River y tantos otros.
La única división en este mundo está dada (aunque suene ingenuo) entre la gente que es buena (con los errores y esa porción de oscuridad que todos tenemos) y la gente que no lo es. Gustavo forma parte del primer caso. Los hombres y mujeres judíos (no generalicemos incluyéndolos dentro del grupo que quiere solucionar las cuestiones políticas mediante las armas, que los hay en todas partes, cualquiera sea el credo o ideología) pueden ser buenos o no, pero se trata de una cualidad común a todo grupo. No se deduce, como decía antes, bondad o maldad por género, religión, color de piel, etc, sino por lo que cada uno es fuera de eso.
Ellos y Gustavo trabajan, tienen sus familias, tienen sus dolores a cuestas, sus ilusiones, asuntos comunes a la mayoría. ¿Dónde están las diferencias?

Pensemos en la orquesta de jóvenes que armó Daniel Barenboim en estos últimos años. Similarmente, ¿no merece la situación tratada búsquedas de acercamiento, de diálogo? Una forma de crecimiento como artista para Gustavo y una manera de apaciguar ese injusto lugar de marginalidad que algunos le dan a la comunidad mencionada (marginalidad que, dicho sea de paso, se aplica a muchos otros).
Sí, prefiero a los Cristo, a los Drs.Schweitzer y Maradona, a los Alfredo Palacios, Illia y Alicia Moreau, a los Gandhi, Luther King, Lennon (aunque como alguna vez me dijeron a la mayoría los hayan asesinado y a los que no, los hayan olvidado). Todos estuvieron más preocupados por poner el cuero propio en juego que mandar a los demás a hacerlo, y eso es mérito de muy pocos.
Por eso no puedo evitar mi espíritu contemporizador. Aunque este blog sea una botellita perdida en medio del océano de la web.