Maestros

Maestros

domingo, 19 de febrero de 2012

Estrellas fugaces


Casi seguramente, la mayor parte de los personajes humorísticos que un día salieron a la luz como principales protagonistas de sus tiras se mantuvieron en ese lugar durante toda la existencia de las mismas. Existen, entonces, algunas excepciones. Por ejemplo, alguna vez, las historietas de Clemente y Matías se llamaron de otro modo...

Cronológicamente, debemos comenzar por la criatura de Caloi: el 7 de marzo de 1973 aparece en Clarín la tira Bartolo (un motorman de tranvía). Dice su autor:

“Yo me había propuesto hacer una tira suelta, libre, fresca y con mucho absurdo. Empezó llamándose ‘Bartolo’ porque Bartolo era el personaje principal. Y Clemente su ‘partenaire’. A poco de andar, me dí cuenta de que Bartolo había quedado muy atado a una visión nostálgica de Buenos Aires – de hecho, andaba en un tranvía, cosa pesada y que me costaba mucho dibujar y mover en cada cuadrito de la historieta -, de manera que favorecí la extinción de Bartolo (y su tranvía) y el ascenso de Clemente.” (1)

En efecto, casi tres años después (enero de 1976) la historieta comenzaba a llamarse Clemente y Bartolo; y para 1982, sólo Clemente. Basta revisar este período para comprobar cómo Bartolo va disminuyendo su presencia (y su importancia) paulatinamente, volviéndose ésta cada vez más discontinuada hasta transformarse en un fantasma de lo que alguna vez había sido. Es que Clemente, dueño de un carisma que tal vez ni su propio autor había planeado, ganó protagonismo con rapidez y los cambios se hicieron inevitables.
Con Bartolo o ya sin él, Caloi fue incorporando una multitud de personajes (Mimí, la Mulatona, Jacinto, el hincha de Camerún, las pulgas y hormiguitis, el Clementosaurio, el apuntador y muchos más que se destacaron pero que nunca dejaron su rol secundario) como de situaciones de gran diversidad (el fútbol, el ‘piscoanálisis’, la síntesis, la astrología, la política, etc) que ayudaron a esa libertad y a ese absurdo que él se había propuesto y que sigue manteniendo hoy, con la consolidación del color, del efecto "volúmen" y con su creación muy cerca de cumplir los 40.



Prudencio, de Fernando Sendra, nació en 1990 en la contratapa de Clarín. Pero tuvo una historia previa: en 1985, llamado de La Razón matutino, el dibujante presenta a Leandro, el pardo, al que luego el director rebautizó Prudencio, el reflexivo. Dice Sendra:

“Era un personaje que había sido una caricatura de mi cara y le había puesto patitas y manitos, después lo estilicé, claro…” (2)

Más tarde – tras la muerte de Viuti – Sendra fue llamado de urgencia de Clarín para cubrir su espacio. Y allí renació Prudencio, compadrito, tanguero y - como Bartolo – un personaje que se nutría de la nostalgia (aunque sin olvidarse de la realidad del momento). Cada episodio llevaba como título un brevísimo fragmento de la letra de un tango, y al noble y pacífico guapo lo acompañaban su novia María (por la cual regresaba) y un farolito parlante. Pero…

“Un día no sabía qué hacer. Estaba buscando tema y no se me ocurría nada, salvo algo con un chico que no tenía nada que ver con un guapo” (3)

Ese chico llegó un día para quedarse:

“Yo observaba algo que me preocupaba: el que se quedaba con el chiste era el chico, no el guapo. Entonces, medio para recuperar al guapo, lo saqué. Hice que la madre lo llamara a tomar la leche, ‘Matías, vení a tomar la leche’, y el guapo se quedaba solo. Lo bauticé Matías para sacarlo de la tira, no para meterlo.” (4)

Y así…

“En realidad sentía que el guapo era un personaje muy del pasado, de principios de siglo, y el chico era bien actual, más de psicoanálisis, de estudiar inglés (…). Eran dos mundos que colisionaban y no cuajaban bien. Un día que yo quería hacer el chiste del guapo, otra vez no me salía nada (…). Cuando cambié la óptica de Prudencio a Matías, el chiste salió instantáneamente. En un segundo había resuelto lo que me había costado tanto resolver. Ahí me dí cuenta que yo no quería hacer exáctamente un chico, sino un chico con un adulto. Cuando descubrí que la madre era una herramienta fundamental, empecé a usar eso, Matías apareció cada vez más y bueno… (5)

El domingo 8 de agosto de 1993 la historieta fue rebautizada con el nombre de Yo, Matías. Fue el regalo del autor para su personaje en el día del niño. Y Prudencio pasó definitivamente a ser historia.




(1) Catálogo "Clemente 30 pirulos" (muestra por los treinta años del personaje)
(2 a 5) Reportaje de Andrés Valenzuela a Sendra publicado en "Cuadritos, periodismo de historieta", 20 de junio de 2010.

Imágenes pertenecientes a:

Caloi: "Clemente y Bartolo 1", Ediciones del Pájaro y el Cañón, 1978
Gociol, Judith y Rosemberg, Diego: "La historieta argentina. Una historia"; Ediciones de la Flor, 2000
Sendra: "Prudencio y Matías 1", Ediciones de la Flor, 1991