Maestros

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martes, 3 de abril de 2012

Cuadro a cuadro

Hace casi un año un año y medio comentaba el valor o atractivo de los dibujos en sí mismos, independientemente de lo que se esté contando. Vuelvo ahora sobre este tema, con un ejemplo más concreto y completo (quizás el primero de varios).

Una de las creaciones de Dante Quinterno más elogiadas es sin dudas “El Gran Duque de la Mancha”. En su versión de “Andanzas”, corresponde al número 18, de junio de 1958, y consta de 183 episodios (o tiras).
Su aparición original fue en el diario El Mundo, el 25 de diciembre de 1938, y habría finalizado (no tengo datos absolutamente fehacientes) el 13 de julio de 1939. El 14 de agosto de este último año se empezó a republicar en la Patoruzú semanal (número 100) y se mantuvo hasta el 117 (11 de diciembre del 39). Como puede deducirse, no se reeditó allí en forma completa, aunque de alguna manera puede aceptarse que se llegó al final de la primera parte de la historia.

Tal momento es al que vamos a referirnos, presentando una síntesis de su argumento:
El cacique conoce a un noble (el mencionado “Duque”), extrañamente convertido en vagabundo. Aunque Patoruzú desea ayudarlo, el orgullo de aquél se lo impide. Finalmente el indio descubre la verdad: Engañado por un primo, el noble se vió obligado a abandonar su castillo y a renunciar a sus bienes ante las amenazas de su pariente. El estafador, a su vez, utiliza un sosías del Duque para manejar los dominios de éste.
Patoruzú, su nuevo amigo y el padrino viajan entonces al lugar del hecho (Montenegro) a poner las cosas en su lugar. Lo logran, aunque luego de una multitud de divertidas confusiones, enredos, peligros y peleas. A pesar de ello, el malvado primo (previamente a su captura) había contado con el tiempo necesario para hacer creer a los colonos que el Duque no cumpliría con su promesa de regalarles las tierras al cumplirse 30 años de su labor en las mismas (a no preocuparse, no hablaremos aquí de cuestiones feudales). Como consecuencia, los campesinos capturan al Duque para someterlo a la horca.
El indio, consciente de que su amigo está al borde de la muerte, intenta con la mayor rapidez posible llegar al lugar del hecho. Lo hace acompañado del doble (quien confesará la verdad) y del padrino.

Y es en este punto donde pasamos a las imágenes, al desenlace de la primera parte de la historia.

Dice Susana Muzio:

“Quinterno hace allí – cuadro tras cuadro – un alarde de preciosismo gráfico que se resuelve en perspectivas, claroscuros y dibujos casi burilados que enriquecen la trama de su historieta” (1)

Veremos entonces ese fragmento final - tal como comenta Muzio - cuadro a cuadro, para apreciar detalladamente cada dibujo: las expresiones, los puntos de vista, la escenografía, los contraluces, el dinamismo de las acciones, la técnica en general… (desde ya, hacer click y verlo ampliado).
Después, la historia seguirá, pero ahora disfrutemos – otra vez al decir de Muzio – de este verdadero “Capo lavoro”.



(1) Muzio, Susana: Releyendo Patoruzú (Espasa Humor Gráfico, 1993)

Imágenes correspondientes a la revista Patoruzú semanal (números 115 y 116, 1939)