Maestros

Maestros

miércoles, 25 de abril de 2012

Aquella Buenos Aires de Calé


“Cuando en 1963 murió Calé (Alejandro del Prado era su verdadero nombre) yo tenía 11 años y mi hermano Alejandro, el músico, acababa de cumplir los 8. Podría decir que desde entonces la relectura de sus trabajos al correr de los años estuvo signada, para nosotros, por un orgullo parecido al que seguramente sentirá el hijo de un ingeniero al ver el puente construído con la participación de su padre algunas décadas atrás, o el de un ciclista al ver a su padre en una tapa de “El Gráfico” en los años de Panzeri.”

“(…) La maestra de primer grado en la escuela de Cortina y Simbrón, en Villa Real, pregunta de qué trabaja el padre de cada niño, respondo a mi turno ‘de dibujante’. ‘Ah, qué bien’ - palmea en la cabeza, comprensiva, la maestra – ‘¿pero de qué trabaja?’”

“(…) Cuando Calé dibujaba, en la estrecha pieza atiborrada de papeles y recortes archivados para tomar modelos (pieza que además ocupaban las camas que compartíamos con mi hermano, y que tenía una ventana con vista al zanjón cíclicamente inundado, como la calle de tierra)…”

“(…) Mi hermano y yo le ayudábamos a echar agua caliente en el pico del estrecho frasquito vacío de tinta china, para disolver la capa reseca del lado interno: no había en casa medio sope para comprar un frasco nuevo.”

Con esta calidez, se refería Horacio del Prado a su padre, el gran Calé, en el catálogo “100 años de humor e historieta argentinos”- Municipalidad de Córdoba, 1986;  un hombre que supo retratar su época como pocos desde las páginas de la Rico Tipo de Guillermo Divito.
 
   
     Si bien los dibujos presentados luego del texto de esta entrada fueron publicados originalmente en Rico Tipo durante los años 50, los mismos se escanearon de los libros 1 y 2 denominados "Selecciones de Calé - Buenos Aires en camiseta", que aparecieron a mediados de la década del 60 y cuyas tapas llevaron las ilustraciones que aquí vemos. 


Y para saber más de él, leamos a Silvina Walger (1):

“Empleados, comisionistas, quinieleros, especuladores, empresarios, burócratas de clase media, artesanos, reos, mujeres de vida irregular – adjetivo al que para hacerse acreedora bastaba simplemente con apretarse el trasero – y siempre las más atractivas. Chicas buenas y románticas, suegras, cuñadas, vecinas curiosas y patéticos hermanitos con los pantalones largos recién puestos obligados a hacer de chaperones compartían pasiones como el fútbol, el tango, la timba y hasta el radioteatro de la tarde. Calé pintó (o sea dibujó y comprendió) a todo ese conglomerado humano…”

“(…) Calé había nacido en Rosario y fue criado por una madre pintora y cinco tías solteronas. En 1945, cuando tenía 20 años, se trasladó a Buenos Aires y gastó todos sus ahorros escuchando a sus dos máximos ídolos, Horacio Salgán y Astor Piazzolla.”

(Ha relatado María Esther, su viuda) “Calé era igualito a sus personajes (…) todas las personas de la ciudad eran sus amigos, por eso  podía comprenderlas tan bien.”

Este inigualable creador, que forma parte de esa serie de maravillosos dibujantes humorísticos  que se han dedicado al costumbrismo - en este caso referido al mundo porteño - murió a los 38 años. Dice Silvina Walger:

“Sin embargo fue su dedicación al trabajo, que no le ahorró cigarrillos, café ni actemines, lo que acabó con él a una edad en la que todavía se podía esperar mucho más de su tierna y sociológica mirada.”


  
  



(1) Fragmentos del texto correspondiente al libro Calé: Buenos Aires en camiseta 1 (Ediciones de la Flor, 1994).