Maestros

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sábado, 27 de diciembre de 2014

Dibujantes x Dibujantes



 
Fotos de Pilar Bustelo y Eduardo Carrera, respectivamente (LaNación).




El diario La Nación publicó recientemente (on line y en papel) el suplemento "Las 50 personas que nos inspiraron en 2014".
Entre ellas, se encuentran Quino y Liniers, a través de bellos textos del propio autor de Macanudo y de Tute. Aquí va entonces la transcripción de ambos:


Pensar el mundo con una sonrisa
 por Liniers
EL CREADOR DE MACANUDO RECUERDA AQUELLA TARDE CALUROSA EN LA QUE HIZO FILA EN LA FERIA DEL LIBRO PARA QUE SU ÍDOLO LE FIRMARA UN EJEMPLAR DE TODO MAFALDA 


Fue así. En el siglo pasado yo hacía una cola interminable con mi volumen de Todo Mafalda, soportando las altas temperaturas que se generaban en la Feria del Libro cuando todavía se hacía al lado de la facultad de Derecho. El plan era conseguir un dibujo de Felipe. No me interesaba mucho tener un autógrafo, pero si Quino me dibujaba a Felipe, ese dibujo ¡era Felipe!
La fila avanzaba a paso de tortuga (¡Burocracia, su lechuguita!) y el calor hizo que me quitara uno de los brazos del saco que estaba usando y me dejara puesto el otro. A medida que la cola avanzaba, trataba de pensar qué comentario meditado, inteligente e incisivo le podía hacer a Quino. 
Yo, como casi toda mi generación, aprendí a leer leyendo Mafalda. Aprendí a querer los libros queriendo esos diez volúmenes de Ediciones De la Flor. Y no sólo eso. Aprendí a cuestionar todo leyendo Mafalda. Hay gente que cree que los niños deberían leer libros que les enseñen a portarse bien y a quedarse en su lugar y a comer todo lo que les ponen enfrente. Incluso la sopa. Mafalda, no. Ni Tom Sawyer, de Mark Twain; ni Peter Pan, de J. M. Barrie; ni Matilda, de Roald Dahl, te enseñan a portarte bien. Todo lo contrario. El mundo de los grandes es bastante idiota con sus absurdos problemas de grandes causados por grandes. Mafalda lo sabe. Y es como uno aprende a pensar por sí mismo. Que no te hagan tragar una sopa que no te gusta. Un libro que no te enseña a cuestionar no te enseña nada.
A lo mejor le podia decir algo sobre esto a Quino cuando me tocara el turno para que me dedicara el cada vez más pesado volumen de Todo Mafalda. O hablar de su trabajo post Mafalda. Cuando Quino se convirtió en el gran satirista argentino. Cuando llenó esas páginas no sólo de ese humor surrealista sino también de un tratado de observación humana. Una brújula moral (no moralista) codificada en cientos de dibujos en blanco y negro.
Hay autores y artistas que no sólo nos han entretenido, hecho bailar o pensar con sus obras; también nos han hecho mejores personas. Los Beatles y Bob Marley lo hicieron. Chaplin lo hizo. Vonnegut, Cortázar, Steinbeck y Dickens lo hicieron. Cuando uno se expone a sus obras se vuelve más humano. ¿Y cómo logran esto? Nos hacen percibir a los demás como seres humanos con los que compartimos esta esfera azul que gira alrededor del Sol a 106.000 km. por hora. La vida en las grandes ciudades nos enfría a todos y gradualmente perdemos la capacidad de empatizar. Pues bien, si uno se cruza con un hombre pidiendo algún tipo de ayuda en la calle, nos va a resultar más difícil mirar para otro lado si ese día estuvimos leyendo algunas de estas páginas de Quino. 
A lo mejor le podía decir algo de eso. ¡Claro! Qué inteligente iba a quedar frente a Quino si le mencionaba a Dickens y a Cortázar. A lo mejor le podía pedir un Felipe y una Mafalda. Uy. Ya faltaba menos gente, cuatro o cinco personas, y era mi turno. Me empecé a poner nervioso. Lo veía firmar libros ahí tan cerca de mí. Con las mismas manos que habían hecho todas esas páginas ¿Qué le digo? ¿Le cuento que yo también quiero ser dibujante? ¿Le pido un consejo? No. No seas nabo. Mejor lo de Cortázar que te da un aire más intelectual… Uy, faltan dos y me toca a mí. Uuuuy, soy el próximo. –Hola –me saludó Quino–. ¡Qué raro como usás el traje! Me desconcentré. Me quedé mirándolo. Trabado. –¿Cómo te llamás? –R… Ricardo. Quino agarró mi Todo Mafalda, dibujó un globo de diálogo, escribió adentro “Hola, Ricardo”, lo firmó y me lo devolvió. –Chau, gracias por venir –me despidió. Y me fui. En estado de shock. Sin Felipe. Sin Mafalda. Pero feliz. Saludé a Quino ¡A QUINO! ¿Sabés qué? Yo me mando a ser dibujante. 




El hombre que persigue el misterio Liniers 
por Tute

EL HUMORISTA GRÁFICO EXPLICA CÓMO LA AUSENCIA DE FRONTERAS EN EL UNIVERSO CREATIVO DE SU COLEGA HACE DE SU OBRA UN ACTO SINGULAR, IRREPETIBLE Y MÁGICO 


La llegada de Liniers a la prensa fue una bocanada de aire fresco para la historieta nacional. Lo conocí hace unos cuantos años ya, cuando empezó a publicar en La Nación en 2002. Como buen vecino de página, lo saludé desde mi cuadro de humor, que en aquel tiempo que ahora parece remoto era también vecino del de Maitena. 
Su estilo me sedujo de entrada, era distinto de todo lo demás. Muy personal. Llegó con novedades, con lápices raros en su cartuchera. Con un humor muy singular articulado por mecanismos importados.
Podría explayarme haciendo referencia a su línea, su humor variopinto, lo artesanal de su método, su conocimiento del color y el equilibrio perfecto que logra en cada página, sus múltiples personajes o su genio creativo. Pero no. Prefiero hablar de la ausencia de fronteras en su universo. De su filosofía. De su capacidad para ir por todo aquello que, sencillamente, lo divierte, de aquello que lo intriga.
Porque lo que más destaco de su mundo tan entrañable y conmovedor no es su capacidad para crearlo y agregarle nuevos espacios cada día, sino su voluntad de hacerlo, su deseo de explorar el misterio, su optimismo y su valentía. 
Para Liniers, todo es posible. Lo confirma cada vez que diseña una portada de libro, cada vez que se sube a dibujar a un escenario, cada vez que pinta un mural e inventa un personaje, viaja, actúa, canta (mal), escribe una carta o se dibuja a sí mismo.
Lo confirma cuando llega a hacer la tapa de la New Yorker, como sucedió un par de veces durante este año; cuando funda su propia editorial (La Editorial Común) o se lanza a pintar un mural. A cada rato patea el margen de lo calculado, abre una nueva puerta y nos la deja entornada al resto. Macedonio Fernández escribió: “Si muchos miedos, y una constante imposición del misterio, hacen a un humorista, nadie escribirá más alegremente, hará más optimistas que yo”. Claro, es que cuando estos tipos se divierten, divierten a todos los demás.