Maestros

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miércoles, 23 de mayo de 2012

Clemente, según Caloi


Hace algo menos de cuarenta años Clemente comenzaba su cálida relación con los lectores. Los siguientes fragmentos - extractados de diversas publicaciones - nos acercan al pensamiento de su creador y a distintos aspectos de la tira. Hoy, donde en la contratapa del diario la despedida del personaje de sus hijos no puede dejar de emocionarnos, estas palabras adquieren un valor especial.

La gestación del personaje.
"La página (contratapa de Clarín) no existía. Había media página con material de agencias. Yo ya estaba en la revista, y hacía otras cositas: caricaturas, ilustraciones. El tipo que me llamó era el ex ministro de Defensa, Camilión. Como estaba el MID en el diario, él estaba a cargo de la dirección periodística. Me dijo que querían cambiar, publicar tiras nacionales. No tenían nada: estaba Dobal, ahí perdido, y las tiras extranjeras: Colita, Mutt y Jeff. Me encargó que hiciera o un cuadro o una tira diaria, lo dejaba a mi elección. No sólo eso, sino que en lo posible le llevara gente. Así que llevé a Bróccoli, a Fontanarrosa, a Crist, a Altuna más tarde, y después cayó Tabaré. Así conformamos una patota. El Negro Fontanarrosa y Crist decidieron hacer un cuadro, Bróccoli y yo una tira. La página fue primero la retiración de la contratapa y después pasó a la contratapa.
Busqué el dibujo que hiciera más libremente y me di cuenta que al hablar por teléfono o en cualquier momento en que me ponía a jugar con el lápiz, hacía una especie de pajarito rayado y un hombrecito con gorro. Era un dibujo casi inconsciente. Entonces decidí trabajar sobre esa base: la facilidad, la forma espontánea.

(Clemente) es de Piscis, nació el 13 de marzo de 1973 (...). En realidad, la tira empezó el 12 de marzo, pero en ese entonces el personaje principal era otro, que se llamaba Bartolo. Clemente apareció por primera vez al día siguiente. La hora de nacimiento la calculamos por la hora de aparición del diario, es decir que tiene ascendiente en Acuario. El personaje estaba creado desde hacía tres meses, pero ese tiempo lo consideramos como la época de gestación.

Tenía muy fresco el recuerdo de Quino, justamente, que por hacer un personaje tan cerrado, con tan poco absurdo, había terminado casi loco (…). Me dije ‘no quiero volverme loco’. Y pensé en algo muy absurdo. Para mí eso significaba algo con cierto vuelo poético y que fuera indefinible. No sólo Clemente: también Bartolo era impreciso: anda en un tranvía de una sola rueda, tiene un cuerpo raro. Yo lo que quería era entrar y salir de la realidad, sin ningún tipo de atadura (…). Preferí hacer algo (...) que admitiera la contradicción, la alteración de los tiempos, la deformación física…

Después, a poco de andar, me di cuenta que el que cumplía mejor con estas metas era Clemente y no Bartolo. Porque Bartolo, además de andar en un tranvía (que me costaba mucho dibujarlo, cada vez), quedaba enganchado en un clima de nostalgia, de melancolía. Resultaba esclavizante. En cambio Clemente era más fresco: posibilitaba un tratamiento más periodístico (…), cumplía un poco mejor con lo que yo me había propuesto, que era una cosa suelta, libre…
La censura. Clemente y los papelitos.

(…) Al empezar era la época de Lanusse. Después vino una oportunidad para mí muy importante, de poder ligar toda mi historia de los barrios, de la calle, con lo que pasaba políticamente en Argentina, que era la vuelta de Perón, las grandes movilizaciones, la participación. Yo militaba en la Juventud Peronista. La tira estaba muy indefinida, pero pude ligar por primera vez, por la censura anterior, la visión periodística con mi historia personal: la de ser un atorrante, un callejero.
(Sobre las tiras censuradas) A mí no me gusta llamarle censura, porque yo no soy editor, soy el dibujante. Yo no le llamo tiras ‘censuradas’, sino tira ‘no publicadas’, para no herir susceptibilidades. Eran las tiras de la época de la dictadura. Un ejemplo: cuando asumió Galtieri dijo en su primer discurso que él era un tipo dispuesto a dar un paso hacia adelante. Tratando de hacerla suave, lo cité, y después agregué: ‘Yo lo veo medio peligroso a eso de ir al frente en este momento’. Y en el cuadrito final: ‘Estamos parados al borde del abismo’. Esa fue una tira ‘no publicada’, pero hubo muchas.

(En la época del Mundial ’78) La censura era tan grande que uno ve hoy las tiras y son pueriles. Pero estábamos pendientes de por donde podíamos meter algo, una cosita. Eso fue creando con la gente un código, muy imaginativo, donde la mayor parte de las cosas la ponía la gente. Clemente miraba a cámara, guiñaba un ojo, cruzaba una patita, y eso ya desataba un montón de fantasías, vaya uno a saber de qué tipo. Clemente era un personaje popular entre los lectores de Clarín, en el ’78. Pero Muñoz empezó a hacer una campaña per se, que se sumaba a una campaña que estaban haciendo los militares, el gobierno, respecto del Mundial. Se iba a realizar en la Argentina, eso ya estaba asignado. La campaña era que los argentinos tenían que comportarse bien. A los tacheros les decían que no había que llevar a los turistas a dar vueltas para cobrarles de más, no había que empujar. Nos trataban a todos como inadaptados. El subtexto de eso era ‘acá todos son unos hijos de puta, pero que no se note’. Era una campaña muy agresiva, en radio, en televisión, en la prensa, bien organizadita por la Secretaría de Difusión Pública. Agregado a eso, por la de él, Muñoz decía: ‘Y no hay que tirar papelitos porque ensucian la cancha y vamos a dar la imagen de un país sucio’. Como si la suciedad estuviera ahí.

En esa cosa que tenía uno de estar esperando el momento, Muñoz me la dejó picando. Clemente decía: ‘¿Cómo no vamos a tirar papelitos, si los argentinos tiramos papelitos?’ Y todos sabemos que en Argentina el fútbol no termina con los veintidós jugadores, sino que incorpora el marco, la participación de la hinchada, y los papelitos. Que además me gustan mucho, a mí, personalmente. Esto fue captado con una precisión increíble por la gente, que tiró más papelitos que nunca. Al punto que la policía le sacaba los diarios a la gente. Había que pasar como ocho vallas para llegar a la cancha, para evitar los colados, etc. Entonces hacían contrabando de papelitos. Además había banderas, y la gente le cantaba a Muñoz: ’ ¡Muñoz, Muñoz, Clemente te cagó!’

(…) El cartel luminoso lo manejaba la FIFA. Entonces los tipos que manejaban el cartel luminoso, una empresa que se llama Autotrol, dijeron: ‘Mirá, nosotros somos hinchas, y queremos informar de los cambios, la constitución de los equipos, tiempo de juego, y hacer publicidad de Coca Cola y Café do Brasil (que eran los dos sponsors del Mundial). ¿Por qué no nos hacés un Clemente?’ El cartel en ese entonces era una novedad, y ellos habían hecho un Clemente, pero era horrible. Así que diseñé con las limitaciones del tablero: formado por cuadraditos y líneas. Se los di y les di un texto: ‘¡Tiren papelitos, muchachos!’ Y ellos me pidieron autorización para cambiarlo de vez en cuando. Efectivamente cuando iba a aparecer Argentina, aparecía Clemente, y las frases. La gente se volvía loca. En Rosario, donde la cancha de Central no tiene pista, es estrecha, tiraron tantos que no se veía nada. Entonces por los altavoces exigían que dejaran de tirar, y en el tablero, en cambio, Clemente daba manija para que siguieran tirando.
Clemente en TV.

Fue cuando lo hicimos en televisión, en el ’82, donde aparecieron personajes como el hincha de Camerún. Como era un personaje popular, había varios tipos que me habían ofrecido hacerlo en televisión.

(…) Estuvimos un año trabajando en el prototipo del muñeco. No tenía nada que ver con los Muppets: no se maneja de abajo, sino de atrás. Había que combinarlo con una tecnología que recién comenzaba a conocerse, que era la chroma-key: un fondo azul sobre el que podés superponer personajes y después combinarlos con un fondo (…). (El tamaño del muñeco) era de unos cuarenta centímetros.
(Se grabaron) muchísimos episodios. Eran cortos de dos o tres minutos. Nuevamente Mafalda me sirvió para inspirarme. Quino había quedado muy disconforme con los dibujos animados de Mafalda, no le gustaban las voces. Siempre creí que lo que había pasado con Mafalda (que a mí me gustaba, tanto la animación como las voces) era cuando veía la tira adaptada ya sabía cómo terminaba, porque me acordaba de la tira gráfica. Era una traslación mecánica de la tira gráfica al dibujo animado, sin reconocer el nuevo medio. La tele es otra cosa. Hay voces, sonido, color, movimiento. Lo que hice fue armar un equipo. Entre los guionistas era uno más, el director. Lo que quería hacer era conservar el espíritu, pero meterle cosas nuevas. Metimos tribunas, cantos. Lo llamé a Dolina y a Faruk, trabajamos los tres juntos. Después yo dirigía la puesta. El tipo de los muñecos era Rusquellas, un fenómeno. Había muchos muñecos, y una tribuna con 24, manejados por varias titiriteras, vestuaristas, dibujantes.
Con Dolina hacíamos cosas lindísimas… cosas de la infancia, del barrio, de la nostalgia… y la gente quería el ‘Burúm-bum-bun’. Yo me volvía loco. Era una Clemente negro, con un huesito, sentado en una tribuna, que decía ‘Burúm-bum-bun, burúm-bum-bun, yo soy el hincha de Camerún’ y nunca pudimos hacerle decir otra cosa. La gente quería eso (…).
En total, con fuerza, duró tres años. Después tuvo etapas de seis meses, de tres. El éxito fue resonante. Yo estaba sorprendido. Los éxitos de Clemente siempre me sorprendieron angustiado. En el ’78 cuando la gente le gritaba a Muñoz en la cancha, temía por mi seguridad personal. Porque había banderas, carteles: era una provocación. En el ’82 estaba angustiado por Malvinas, como todos los argentinos. Pero además le veía todos los defectos al muñeco: hablaba y no se paraba bien, cosas así. Yo quería un tiempito para refinarlo, tomarle la mano. Pero salíamos al aire y la gente cantaba por la calle las canciones de Clemente. Así que yo estaba loco, porque para mí era un adefesio, y sin embargo la gente se fanatizaba.
Empezaron a fabricar muñecos por todas partes. Tuve más de sesenta juicio contra piratas. A mí me lo ofrecían, en mi viaje desde mi casa al centro, en dos paradas. Además eran horribles: una especie de gusanos deformes (…). Mucho tiempo después en Clarín, una vez que iba a entregar una tira (…) había un tipo con pibes en brazos, la señora. Y me dice: ‘Venimos a darles las gracias’. Y yo le digo: ‘¿Por qué?’ ‘Porque gracias a usted pudimos vivir, porque hicimos Clemente’. ¡Los tipos habían zafado y le habían dado de comer a los hijos con Clemente! Yo les palmeé la cabeza a los pibes, mientras el tipo me decía: ‘¡No se imagina la cantidad que vendimos! Yo los dibujaba en la tela, mi señora los recortaba y los chicos lo armaban’. Pero al lado de eso agarramos una fábrica que tenía 300.000 muñecos.

Fue una etapa linda, distinta, de mucho laburo, porque había que tener realmente mucho aguante para todo eso. Yo controlaba todo: los guiones, la voz de Pelusa Suero. Al principio le decía cómo quería que hiciera el personaje, porque le salía la voz muy parecida a Larguirucho, que había hecho antes. ‘No’, le decía, ‘Larguirucho es medio bobón. Ponete una mano en el bolsillo y hacete el porteño, para acercarte más a Clemente’. También la ropa, la música, la edición: vivía para eso. Era más joven, tenía más aguante físico.
Detalles.
(La Mulatona, la guerra de las aceitunas, etc.) son los espacios que uno tiene cuando no está contaminado por la actualidad, que son los más interesantes para mí. No sé si para la gente. Cuando descubro una punta le meto hasta que dure. No hay una planificación previa.

Uno está pensando permanentemente. Pero en realidad
(la tira) me pongo a hacerla tarde, necesito la presión del cierre (diez de la noche). Yo llegué a entregar a la una, a las dos, a veces esperando el resultado de un partido. Empiezo a dibujar a partir de las siete…
Creo que la tira se renueva, además de sus características intrínsecas, por la actualidad. Así como en la época de los milicos uno no tenía ninguna noticia, y había que alimentarla con la vida interior de la propia tira, ahora terminás el día y hay tres o cuatro noticias que te dan argumento.

Clemente es, ante todo, un pibe de barrio."

…Y Clemente también opina:
"(Caloi) es un negro que me mira fijo y me apunta constantemente con un plumín, con la rara habilidá de ir pegándome siempre en los contornos.

¿Qué edad me gustaría tener? Cualquiera. Para el humor no hay edá."




Bibliografía:
Charla con Juan Sasturain en "Caloi: 20 años no es nada" (Hyspamerica, 1988).
Reportaje de Elvio E. Gandolfo en "El Libro de Clemente" (Ediciones De la Flor, 1996).
Nota a Caloi en la revista "Radiolandia 2000" (1978).
Accorsi, Andrés: Reportaje a Caloi en la revista "Comiqueando" número 7 (noviembre 1994).
"Clemente, una historieta popular con calidad de museo" (nota aparecida en la sección Cultura del diario Clarín el 11 de junio de 2004 con motivo de la muestra "Clemente 30 pirulos" realizada en el Palais de Glace).


4 comentarios:

  1. Muy bueno, Luis. Cuando un grande como este muere casi todos los medios cubren la noticia, algunos dramatizan un poco durante un par de días y luego se olvidan del asunto. Vos sos una excepción, lo que demuestra que tu valorización de Caloi es real. Saludos!

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  2. Eduardo, me alegra que te haya gustado la entrada ( y tengo que ver las novedades de tu blog, ya que esta última semana no visité mucho en general).

    Hernán: no se me había ocurrido pensar el tema desde ese lugar que me comentás, pero muy agradecido de que hayas repado en este detalle.

    Un abrazo para ambos y felicitaciones por todo lo lindo que suben a sus blogs!

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